Velocidad. ¡Todo es por la velocidad! Bueno, o déjalo como quieras: date prisa. El deseo de cruzar la calle a tiempo, cocinar la cena más rápido, tener una hija o un hijo, convertirse en esposa o esposo, llegar al inicio de un partido, construir una casa, comenzar a ganar dinero... Todo esto y todo lo demás cuando se conduce demasiado rápido conduce a un triste resultado.
Es genial poder intentarlo una y otra vez. Es maravilloso cuando tienes recursos infinitos y puedes afrontar todo esto solo, sin tener que asumir la responsabilidad de nadie que pueda estar cerca e involucrado en el proceso.
Desafortunadamente, sucede muy a menudo que un par de segundos de tiempo ahorrado te hacen retroceder tanto que tienes que empezar a vivir desde el principio. Por tus decisiones y acciones rápidas pueden sufrir otras personas que no tienen ninguna culpa y que quizá ni siquiera sean conscientes de tus deseos aparentemente simples y banales: llegar a tiempo, ahorrar tiempo.
Ni siquiera un minuto vivido podrá ser recuperado. ¡No apresures el tiempo! Vive lentamente, disfrutando cada momento. Deja que las horas y los minutos pasen lentamente... pero seguro que tendrás tiempo para hacerlo todo, si no ahora, ¡mañana!