El precio del tiempo: reevaluación de las prioridades de valor

El tiempo que pasa tan rápido es increíblemente valioso. No... ¡no tiene precio! Y sólo porque no se puede devolver. Entonces, ¿cómo debemos afrontar este momento para que no se vuelva insoportablemente doloroso y ofensivo?

Hay algo que, desgraciadamente, no podemos excluir de nuestras vidas y que se lleva una enorme porción del pastel llamado “día”. Ahora hablo del sueño… Y sí, por supuesto podemos reducir su duración, pero, como todo, tendrá consecuencias. Y un sueño sano y profundo afecta a la salud, y la salud, a su vez, afecta a la calidad de vida. Bueno, lo dejaremos.

Como dice uno de mis dichos favoritos: “El tiempo pasa tan rápido ahora que incluso hay que esperar más rápido”. Comida rápida… Oh sí. Pero aquí también, en general, se puede solucionar. Lo que queda es lo principal, lo fundamental, lo más pesado y lo más difícil: ¡trabajar! Dedicamos nueve horas enteras a algo que, desgraciadamente, no produce ningún placer a mucha gente.

Mi amado minimax no me deja ir, sino que penetra cada vez más en mi vida, tocando no solo cuestiones cotidianas, sino también el trabajo y la vida personal. Supongo que no estoy listo para pasar demasiado tiempo en algo que no me brinda placer. Bien podría valer la pena reemplazarlo por algo con características similares para poder seguir obteniendo satisfacción del proceso.

El trabajo es un proceso que la mayoría de las veces da como resultado un producto final sin alma. Puede haber excepciones cuando se trata de profesiones creativas, pero con todo eso, muchas veces lo que se crea no es “así lo veo yo”, sino “así lo quiere el cliente”. Pasar tiempo creando es un placer. Un cuadro terminado en cinco horas es una maravilla. Un sitio web lanzado en una semana de duro trabajo es una maravilla. Todo esto aporta placer al producto final. Un salario calculado, un teléfono vendido o un servicio a un cliente: algo seco con un regusto a “bueno, vale”.

Ahora tengo dos trabajos y más de un proyecto abierto. Y ahora, tal vez, valga la pena pensar en el precio de mi tiempo empleado y en las alternativas basadas en el principio mini-max.

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